Este relato corresponde a hechos acontecidos en nuestra vecina localidad de Irigoyen, pero estimo que el proceder de los «sanitarios» abría sido el mismo que en nuestra localidad
La epidemia comenzó el 10 de agosto de 1919. Teniendo inicio en los galpones del molino harinero de Casalegno (hoy utilizados por la cooperativa)
Ante las primeras manifestaciones, el médico del pueblo dio aviso a las autoridades provinciales. De inmediato mandaron desde Santa Fe un escuadrón policial y nuevamente una partida de «sanitarios». Toda persona con algún indicio de la enfermedad era trasladada por la fuerza al lazareto.
Estando el enfermo en el lazareto, y a merced de los sanitarios, comenzaba su largo martirio que casi seguro terminaba en la muerte. Es que los sanitarios tenían instrucciones (o quizás estaban auto convencidos) de que nadie atacado por la peste se podía salvar. Por eso apuraban la muerte del aterrado paciente aplicándole «el caldo», una mezcla fatal de medicamentos. En otros casos, se solía colocar un terrón de cal viva bajo la lengua, algo tan cruel e inhumano como doloroso.
Los escuadrones vigilaban para que nadie saliese del pueblo. Hacían redadas en las chacras donde se encontraba la peonada. Los que no se sentían bien, llenos de pánico. se ocultaban dentro de las parvas ¡o donde podían!
Para no alarmar aún más a la población, el lazareto comunicaba sus muertes durante la noche. Un policía iba al almacén de ramos generales a buscar el ataúd que solicitaba la familia caída en desgracia. Las pilas de cajones que se formaban de noche en el cementerio, obligaba a los sepultureros a enterrarlos en una fosa común.
Muchos enfermos lograron salvar su vida manteniéndose ocultos. Tal fue el caso de un chacarero que salvó la vida de su esposa e hijo cuidándolos en su casa gracias a la complicidad del médico. Otra mujer mayor, que había perdido a su hija en la peste, debió fingir un cuadro depresivo para que el policía que las autoridades pusieron en su puerta no la arrastraran al lazareto.
Se cuenta también que un niño de 7 años, enfermo, fue oculto de los sanitarios atado a las aspas de un molino hasta que la partida que lo buscaba se retiró.
En las casas se quemaban las pertenencias, basuras, trapos o papeles de las víctimas. El paulatino exterminio de los ratones y el uso de «creolina» como desinfectante, terminó con la destructiva epidemia.
Fuente: FanPage de Irigoyen Histórico