Entrevistas a José Pedroni (1 de 5)

CUATRO PREGUNTAS A CUATRO POETAS

Pedroni, López Rosas, Urondo, Saer.

Entrevista de Roberto Conte

(Revista  «Punto  y  Aparte», Santa Fe, Nº 5, Set. de 1957)

Se reproducen sólo las respuestas de José Pedroni (Nota del Editor)

Roberto Conte: Así como existen rasgos definidos que caracterizan a la poesía clásica, romántica o modernista, cree Ud. que hay igualmente caracteres determinados –formales y esenciales− (la división es al sólo efecto de la claridad) que nos permitan hablar de una poesía contemporánea; ¿cuáles son?

José Pedroni:

Estamos hablando de la poesía, que de todas las artes es la más difícil de exponer. Existe y se siente, pero su naturaleza es tal, que no se explica. Yo, que creo hacerla no me atrevo a definirla, y si no fuera por no pasar de desatento, me limitaría a contestar: No entiendo. Lugones, tildado de dogmático, sostiene que la poesía es emoción y música, sujeta a ritmo y rima; Eluard, que es el lenguaje que canta; Güiraldes, que es aquello hacia lo cual tiende el poeta. Me complace esta vaguísima definición que elude la controversia por admitir el misterio, y que se despreocupa del modo y el ordenamiento. La poesía es inefable, como el amor. Quizás haya un símil figurativo de ella: la flor flagrante. Ergo: no es la estructura lo que cuenta sino la genuina e inconfundible esencia, y lo primero vale como elemento de contenido y comunicación de lo segundo. Tal la responsabilidad del verso, que no es poca. Siendo el lenguaje poético una expresión de la sensibilidad donde la voluntad no rige, y supuesto que no es honesto sujetarlo a forma y fin, se justifica que no me interese la existencia de una poesía con denominación genérica sino la permanencia de la poesía como fenómeno de belleza.

Es indudable que la gran aventura que vive la humanidad ha dado y está dando ejemplares poéticos que se manifiestan preocupados por el destino de ésta y que tienen en el lenguaje un agente de estremecimiento y sostén del hombre. El movimiento es fuerte de progreso y visión ancha, y se le reconoce novedad conceptual y constructiva. Pero es fuerte porque la emoción es su potencia generativa. De la función humana de esta poesía le viene el marbete de «social» y hasta el sorprendente de «comprometida». Pero lo social no es absolutamente nuevo. Virgilio, cincuenta años antes de Cristo, hace poesía social en la forma de su tiempo, y dando un gran salto para situarlos en nuestro pasado cercano, nos encontramos con Whitman, Martí, Hernández, autores de una magnífica poesía de igual contenido. ¿Para qué, pues, las abstracciones con lo que es accidente de un invariable latido?

Lo que me preocupa, eso sí, es lo que ocurre con la nueva generación, que se muestra muy diferenciada y poco comprendida. A un gran sector de ella se lo ve en la experiencia de la libertad extrema que renuncia a la resonancia o la espera en el futuro. Sus enrolados, administran la economía hasta en los signos: ubican curiosamente las palabras, sea para darles resplandor, sea para descubrir su densidad oculta; no estiman la música, que si la usan es muy sutil y de fondo; descuidan la claridad, y especulan con la facultad de adivinación del lector a quien crean un conflicto de interpretación. Este, no educado, se confunde y desmoraliza. Frente a ellos, mi posición es de respeto, pero incrédulo. No puede ser otra ante un lenguaje que pocas veces alcanza a comunicarme la emoción de belleza. Un arte sin ecos, de soledad, ¿para qué sirve? ¿por qué se hace?

Roberto Conte: ¿Podría indicar si según su criterio se ha modificado la actitud personal del poeta frente a la sociedad y aún frente a sí mismo con relación a su responsabilidad creadora?

José Pedroni:

Sí. Es un renacimiento que nace de la conciencia histórica, y el mismo es notable en la península, sintiéndose también en Hispanoamérica y en otras latitudes. La voz la da Antonio Machado: «Si algún día tuviereis que tomar parte en una lucha de clases no vaciléis en poneros al lado del pueblo que es el lado de España, aunque las banderas populares ostenten los lemas más abstractos». Lo acompaña el grito de León Felipe y tiene en Miguel Hernández, campesino, la exaltación del sacrificio. Alberti, Juan Ramón Jiménez, Moreno Villa, Vallejo, Neruda, Guillén, son nombres claves de ese movimiento. En otras lenguas: Hikmet, Hughes, Maiakovsky, Aragón, Eluard… Pero el panorama argentino no es el mismo. La manera de ser de nuestros grandes no ha cambiado, como si faltara emoción ante los hechos. La excepción de algún ejemplar aislado no modifica la regla. El coro de hoy es el de ayer, y se presenta como no tomando parte en el drama social, y, consiguientemente, en falta con la función del creador mensajero. Esto es pecado cuando el poeta, por persistir en una modalidad de uso fácil y sencillo, pone tierra en medio para no oír su corazón, y no lo es cuando la intención es pura y sincero el impulso. No intento un descargo. Hay algo de misterio en el proceso creador emocional o intuitivo, y la juzgar la obra ajena, debemos ser cautelosos de nuestras reacciones, si no queremos caer en lo que podría ser un acto de crueldad. Nadie está obligado a escribir lo que no siente. Pedir cuentas al poeta, que no hace más que cantar su aventura, no me parece lícito.

El poeta, que de tarde en tarde viene como a interrumpir el orden normal, no puede ser medido como el común de los seres. La discutible definición de Hugo –«un poéte est un monde enfermé dans un homme»− (un poeta es un mundo encerrado en un hombre) obliga, cuanto menos a la consideración prudente de tan singularísima criatura. Hemos dicho que la poesía no se hace deliberadamente. Responde a una necesidad, a un desahogo del alma. Si este desahogo se resuelve en una expresión extemporánea y sin auditorio, el poeta será un ser de biología. Si el canto, como la miel, es compuesto por el jugo que se extrae de la vida, y entra vivientemente en el pueblo que reconoce en él mismo su sustancia y lo prohija, el poeta será lo que es una suerte que sea: un ser histórico. Así la mayoría de los grandes poetas de España, desde Quevedo a García Lorca, tan impregnados de pueblo, y tan fieles a él, que son como si la propia tierra los hubiera alumbrado. La perdurabilidad de la voz del poeta en la boca del pueblo, es el premio y la gloria. Recordemos a Leo Larguier. «… il faut, quand le soir tombe, qu’ un homme dans cent ans, murmure un de tes vers» (…es necesario, al caer la tarde, que un hombre de cien años, susurre uno de sus versos), y al poeta hindú: «Mi canción seguirá hablando en tu corazón vivo».

Roberto Conte: ¿Considera Ud. que existen en el país poetas que están trabajando con un sentido que responde a las exigencias esenciales e individuales que demanda la poesía contemporánea; puede dar nombres?

José Pedroni:

Sí, existen. Portogalo, R. González Tuñon, Córdova Iturburu, son tres nombres de mi generación, y muchos poetas jóvenes, algunos con excelentes posibilidades.

Roberto Conte: ¿en qué medida y con qué atribuciones el poeta puede ser útil a los hombres de su medio y de su tiempo?

José Pedroni:

Orientando el presente hacia la felicidad, por adivinación del porvenir, mediante una voz comunicable. El canto hacia la esperanza, sostiene y guía.

 

 

FUENTE: Revista  «Punto  y  Aparte», Santa Fe, Nº 5, Set. de 1957

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *