Veo frente a la verdulería de mis padres al Cine Moderno y escucho la propaladora «Los Andes» y al Neo diciendo «Qué noche de cine hoy»…,
Yovaldi con su » cajón» rectangular y bajito sujeto a su cuello con dos tiras elásticas y su famoso pregón «caramelos, pastillas, bombones, chocolatines» que en ese cajón estaban…lo decía muy rápido…
Y los gloriosos matiné del zapateo en las películas de cowboys, el intercambio de revistas, figuritas, bolitas de vidrio multicolores y los sorteos en el intervalo de pelotas, muñecas, bicicletas… que hacía Neo para alegría de todos los chicos… Y al tío Sulimán pasando las películas!!.
Veo la Casa Rosa y sus atrayentes vidrieras muy visitadas los domingos como consecuencia del paseo familiar.
El quiosco de la Sra. de Degano «custodió» la tienda mucho tiempo…
El Almacén de Ramos Generales Echegaray, Antola y Cía, tenía de todo, y vendía por kilo fideos, arroz, yerba que sacaban de grandes cajones de madera con una «pala» o «cuchara» de metal y te lo daban en una bolsa de papel, recuerdo las masitas sueltas en las pintorescas cajas de lata con un vidrio o visor en una de sus caras para poder verlas y elegirlas…
Tenía un amplio portón ( todo el ancho del negocio de Hugo Delarmelina hoy) que atravesábamos con Mariné por un pozo que se había hecho en la unión de los dos» brazos» del portón, por ahí nos metíamos para ir a jugar en sus galpones: una divertida odisea!!.
En el mismo lugar, años más tarde, Sampaolessi. Sus vidrieras exponían gran variedad de artículos para el hogar y sus famosas máquinas de escribir.
La academia de inglés de María del Carmen Dorato «Good morning Missis Mary…Good morning children… ese era el saludo, quienes fuimos a sus clases seguro lo recordarán.
La Relojería Stronk, todavía vigente, y don Anastasio y su lupa arreglando todo tipo de relojes; en la parte de atrás del negocio había un desnivel y ahí pasaba horas y horas solucionando el desperfecto y Titita atendía a los clientes o cebaba mate.
La zapatería Donato y después Morelli siendo yo más grande. Las peluquerías de Elvira Píccolo y «la» Catalano, peleadas y trabajando juntas en el mismo salón sin mirarse aparentemente. Ahí me hacían la permanente. La Zapatería Sarmiento de mi mamá. La casa de «la» Consuelo, personaje entrañable, con su batón y sus trenzas impecables, el famoso Dugui… imposible olvidar!!!. Consuelo me contó infinidad de atrapantes historias …me recitó poesías inolvidables… Siempre estará en mi corazón!!.
La peluquería de don Delmonte y los zapatos asomando debajo de una larga cortina, para nosotros era un gigante que estaba parado ahí y don Delmonte no lo desmentía…
Don Eugenio Alves de Moura que arreglaba todo tipo de artefactos, armaba las radios «Alfama» y los primeros televisores a transitores, y tenía un antena con la que se comunicaba con todo el mundo con el sistema morse!!. Para la época increíble y asombroso.
Pegadito al Cine, Café Malavasi con todo su esplendor y su frente majestuoso coronado con la figura del águila. Recuerdo en sus vidrieras la propaganda escrita «Este sábado Alberto «Coco» Rolfo, su piano y su ritmo» , mesas afuera y adentro con mucha gente deleitando sus famosos copetines, la novedosa Copa Melva, o simplemente un café. Tenía mesas de billares al fondo del local y a la vuelta el Night Club El Patio, sólo para mayores.
Por la vereda de enfrente, viniendo desde el ferrocarril, Casa Druetto, concesionaria de John Deere y la venta de repuestos para maquinarias agrícolas; la rotisería de Ceci y sus ricas comidas; el quiosco Badariotti, donde Dinky, nuestro perro, buscaba El Litoral para mi papá y lo traía orgulloso añretado con su hocico. El mismo diario lo venía a buscar al día siguiente mi abuelo Pedro Muroni para leerlo.
Me parece verlo, siempre tan impecable y amoroso. Fantelli y la venta de artefactos eléctricos; la peluquería de la Sra de Moreno y el Comedor El Potro y los ensayos de la obra «El Conventillo de la Paloma». Ahí nació mi gusto por el teatro. Siendo un niña, vi un sin fin de ensayos de esa obra que nunca se estrenó. En ese mismo lugar, años después, Ñaro y su innovador desfile en la calle.
El cine al aire libre, era en el baldío pegadito a la verdulería; nos subíamos al techo del comedor de mi casa y ahí junto a vecinos y parientes veíamos películas «gratis».
La tienda Mezzano Hnos y después en el mismo lugar y durante muchos años Boutique y Zapatería El Árabe de mi mamá y por último la farmacia Del Plata de Pafma y Ponce…
Me olvidaba… en el corredor de mi casa, mi tía Angela Pepe de Franchini colocaba un mostrador en la puerta del zaguán y ¿ quién no recuerda haber comprado cuando salía del cine o en el intervalo una empanada o porción de pizza a la noche o pastelitos o torta frita después del matiné?. ¡¡Exquisito todo!!. Doy fe de ello.
Calle Belgrano al 500, mi querida calle… La primera cuadra asfaltada, la de los corsos inolvidables, la primera que daba la bienvenida a los pasajeros del tren que llegaban a Gálvez de los pueblos vecinos para hacer trámites o compras en los negocios de la ciudad; la de los paseos domingueros y sus vidrieras «vestidas» de fiesta para la ocasión; la que recibía a los políticos que realizaban sus actos partidarios desde una tribuna que generalmente era un acoplado prestado y ubicado en la esquina de la farmacia: Julio Andriani era el locutor y musicalizador…
Calle Belgrano la que nos vio crecer: Mariné y Juan Carlos Stronk, Toly y Enzito Parma, Mando y Eduardo Píccolo, Lalo y Yuyi Ciotti, Pichitón Ponce, mi hermano Oscar y yo. Kenia Moura era la más chiquita. Todos somos de la calle Belgrano al 500. Ana, cruzaba la calle desde su casa, el Bar Canclini, para venir a jugar y Nungui Taberna venía del otro lado de la vía a la casa de los Ciotti. Todos permanecen en mí. Nombrarlos me alegra, imaginariamente los abrazo y los guardo en mi corazón.
Palabras de Pini Errifai